En los últimos años, la inversión en tecnología ha sido nota obligada para las empresas, pero esto no siempre se traduce en transformación digital. Pues, este concepto consiste en reorganizar los sistemas de trabajo y cambiar la manera de pensar de los equipos con el objetivo de brindar un mayor valor al cliente.
Integración de nuevas tecnologías:
En primera instancia, esto requiere integrar nuevas tecnologías a una infraestructura empresarial existente. En el caso de los bancos, muchos invierten en herramientas para la encriptación de datos y procesamiento de lenguaje natural, mientras el sector de e–commerce en herramientas de machine learning para predecir los gustos y elevar la retención de los visitantes.
Sin embargo, esta transformación exige doble movimiento. Pues, si se transforma el sistema en que la empresa se organiza, indudablemente se transformará el vínculo y perfil de los trabajadores, y viceversa.
O sea, transformación digital no se trata sólo de implementar nuevos software o nuevas aplicaciones que prometan eficiencia. Para sacarle provecho a esta inversión es imprescindible que tanto los directivos como los trabajadores salgan de su zona de confort.
Un estudio sobre la transformación digital en empresas argentinas, citado por iProUP muestra que el 56% de las empresas se encuentra en la fase inicial de la transformación digital, el 33% se percibe en el estadio avanzado, y el 11% declara estar en el nivel más alto.


¿Disparidad tecnológica?:
La disparidad surge, pero rompe la perspectiva de David contra Goliat. Empresas que no han tenido éxito en gestionar la transformación digital, pueden buscar socios de innovación.
El mismo estudio señala que la mayoría de las empresas están ajustando los sistemas de gestión, aprovechando de configurar datos, y usando sistemas en nube y de ciberseguridad.
Hoy en día, casi la totalidad de las empresas son conscientes de los positivos resultados que conlleva mezclar las formas de hacer internas con nuevas técnicas. En términos de eficiencia en los procesos; mejoras en la colaboración; mayor profundización de los datos; y con ello, mayor rapidez en la adaptación a los cambios del mercado en general.
Suele suceder que empresas de mayor tamaño cuenten con grandes inversiones tecnológicas, pero el cambio en su cultura organizacional puede ser mucho más lento respecto a Pymes o startups que por su menor tamaño consiguen traducir y comunicar más rápido dichos cambios.
Reposicionar las habilidades blandas:
En un contexto que se vuelve más veloz y cambiante a medida que la información se amplía, repensar las labores y cargos establecidos a través de la formación de habilidades blandas o soft skills no es para nada un asunto ligero dentro de la estrategia de transformación digital.
Un estudio de la consultora Ipsos sobre la estrategia omnicanal, que se vio ampliamente implementada con la pandemia, dio cuenta que “las personas no siempre sienten el toque humano cuando operan en el entorno digital, un 68% afirma haber tenido problemas recientemente al realizar una compra”.
Dentro de las dificultades más comunes que las empresas encuentran rumbo a la transformación digital están, por ejemplo: saber cuáles son los problemas que pueden ser solucionados mediante nuevas tecnologías; saber qué cambiar de la cultura organizacional o la manera interna de hacer las cosas; y falta de visión sobre potenciales productos o servicios que podrían desarrollar.
Poder definir cuáles son las mayores dificultades, es el primer paso para una transformación digital consistente. Muchas, se han transformado para mejorar la interacción y la fidelidad emocional del cliente.
No por acaso, cobra cada vez más relevancia el diseño y gestión de la experiencia del usuario. Esto se traduce en fracciones de tiempo de ventaja respecto a la competencia, lo que permite avivar las ventas y, en consecuencia, los ingresos en la empresa.